Durante sus primeros años de vida, México atravesó por décadas de inestabilidad política, social y económica. Dictaduras, golpes de estado, imperios fallidos, sangrientas revoluciones impedían el crecimiento del país. Pero desde 1940 las cosas cambiaron, la economía crecía de manera constante, debido al auge petrolero y a la naciente industria.
En el punto más alto de este periodo de prosperidad, en 1964 le fue otorgada la sede de la Copa del Mundo.
El 21 de junio de 1970, luego de 40 años de ser disputada por los mejores futbolistas del mundo, la Copa Jules Rimet, aquel legendario trofeo elaborado en París a finales de los años veinte, estaba por conocer su último destino.
Las reglas indicaban que aquel equipo que ganase tres veces la copa, podría conservarla a perpetuidad, y aquella soleada mañana mexicana, Italia y Brasil se disputaban en un solo juego la posesión de la Diose Nike.
De un lado, Luigi Riva, Gianni Rivera y Sandro Mazzola, del otro, Rivelino, Tostao, Jerson, pero sobre todo, era el último juego en mundiales de Pelé.