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    resurreccion

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    Episodes (35)

    UCDM en Buga con Devavan ~ Domingo a la Finca

    UCDM en Buga con Devavan ~ Domingo a la Finca
    "Son los >muertos< que tienen necesitad a unirse y encontrar algo diferente como la Vida Eterna!" - En esta Sesion del ultimo Domingo del Evento en Cali, "Un Instante de Completa Sanación - ‘Vamos a descubrir la Inmutabilidad de la Mente’", compartimos la enseñanzas fundamentales de Jesucristo resucidado a travez de lo que sucedió y donde nos encontramos ahora. La lección diaria del Libro de Ejercicios de UCDM nos acompaña tal como La Palabra de Dios en este reconocimiento maravilloso de nuestro Ser. ~ con Devavan

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    Miedo, temor y gozo

    Miedo, temor y gozo
    La narración de la gloriosa manifestación de la resurrección de nuestro Señor nos confronta a nosotros mismos con nuestra realidad pecadora frente al hecho de amor de perdón y vida eterna de la gracia de Jesucristo. Al sabernos pecadores frente al regalo de gracia de Jesús podemos sentir miedo, temor y gozo. ¿Qué sientes al saberte frente al regalo de gracia? No te preocupes si sientes miedo o temor. Lo importante es permitir que ese regalo nos transforme, de tal manera que podamos sentir gozo, y queramos compartirlo - como mensaje nuevo - al mundo entero. Central Baptist Church of Elizabeth Domingo de Resurrección - 24 de abril de 2010 Lección Bíblica: Mateo 28.1-10

    La Resurreccion. El Evangelio como me ha sido Revelado. Maria Valtorta.

    La Resurreccion. El Evangelio como me ha sido Revelado. Maria Valtorta.
    617 La Resurrección. En el huerto todo es silencio y titileo del rocío. Encima, un cielo que va adquiriendo color zafiro cada vez más claro, habiéndose despojado ya de su negroazul recamo de estrellas, que durante toda la noche había estado velando al mundo. El alba rechaza, de oriente a occidente, estas zonas todavía oscuras, como hace la ola durante la marea alta, cuando ésta va avanzando y cubriendo el oscuro litoral y sustituyendo el gris negro de la húmeda arena y del arrecife por el azul del agua marina. Algunas estrellitas se resisten todavía a morir, y parpadean, cada vez más débilmente bajo la onda de luz blanco- verdosa del alba, láctea con tonalidades cenizosas, como las frondas de los olivos soñolientos que hacen de corona a aquel montículo poco lejano. Y naufragan luego, sumergidas por la ola del alba, como tierra sobrepujada por el agua. Y ya hay una menos... y luego otra menos... y otra, y otra: el cielo va perdiendo sus rebaños de estrellas... Ya sólo, en el extremo occidente, hay tres; luego, dos; luego una, que sigue contemplando ese prodigio cotidiano que es el surgimiento de la aurora. Y cuando un hilo rosicler dibuja una línea sobre la seda turquesa del cielo oriental, un suspiro de viento acaricia las frondas y las hierbas, diciendo: "Despertaos. El día resucita". Pero sólo despierta a frondas y hierbas, que, bajo sus diamantes de rocío, se estremecen, con un leve susurro acompañado de arpegios de gotas que caen; los pájaros todavía no se despiertan entre las tupidas ramas de un altísimo ciprés que parece dominar como un señor en su reino; ni en la enredada maraña de un seto de laurel que protege de la tramontana. Los soldados que están de guardia, aburridos, enfriados, en varias posturas, vigilan el Sepulcro, cuya puerta ha sido reforzada, en los bordes, con una gruesa capa de argamasa, como si fuera un contrafuerte. Sobre el fondo blanco opaco de la argamasa resaltan las anchas rosetas de cera roja del sello del Templo, estampadas junte a otros sellos directamente en la argamasa fresca. Los soldados deben haber encendido un pequeño fuego durante la noche, porque hay en el suelo ceniza y tizones mal quemados; y deben haber jugado y comido, porque hay todavía restos de comida diseminados, y pequeños huesos limpios, usados, sin duda, para algún juego semejante a nuestro dominó o a nuestro infantil juego con canicas, jugados sobre un rudimentario trazado dibujado en el sendero. Luego se han cansado y han abandonado todo para buscar posturas más o menos cómodas, según fuera para dormir o para velar. En el cielo, que ahora presenta en el Oriente un área enteramente rosada que se va extendiendo cada vez más por el cielo sereno - donde todavía no hay rayos de sol-, aparece, procedente de profundidades desconocidas, un meteoro lleno de resplandor. Y el meteoro baja -bola de fuego de irresistible resplandor- seguido de una estela rutilante, que quizás no es más que el recuerdo de su fulgor en nuestra retina. Baja velocísimo hacía la Tierra, esparciendo una luz tan intensa, fantasmagórica, aterradora dentro de su belleza, que la rosada de la aurora queda anulada, superada por esta incandescencia blanca. Los soldados alzan, estupefactos, la cabeza (incluso porque con la luz llega un estampido potente, armónico, solemne, que llena con su sonido toda la Creación). Viene de profundidades paradisíacas. Es el aleluya, el gloria angélico, que sigue al Espíritu del Cristo en su regreso a su Carne gloriosa. El meteoro se abate contra la piedra que inútilmente cierra el Sepulcro. La arranca de cuajo, la echa al suelo. Paraliza, por el terror y el fragor, a los soldados puestos como carceleros del Dueño del Universo. Y, a su regreso a la Tierra, al igual que había producido un terremoto cuando huyó de la Tierra, el Espíritu del Señor produce un nuevo terremoto. Entra en el oscuro Sepulcro, el cual, con esta indescriptible luz, se llena de claridad; y mientras la luz permanece suspendida en el aire inmóvil, el Espíritu se reinfunde en el inmóvil Cuerpo bajo la mortaja. Todo esto (la aparición, el descenso, la entrada, la desaparición la Luz de Dios) ha sido rapidísimo: no en un momento, sino en una fracción de momento. E1 «Quiero» del divino Espíritu a su fría Carne no tiene sonido. Lo dice la Esencia a la Materia inmóvil. Pero ningún oído humano percibe esa palabra. La Carne recibe ese imperativo y obedece con profundo respiro... Durante unos momentos, nada más. Debajo del sudario y de la sábana, la Carne gloriosa se recompone vestida de eterna belleza, se despierta del sueño de la muerte, regresa de la "nada" en que estaba, vive después de haber estado muerta. Ciertamente el corazón se despierta y da su primer latido, impulsa en las venas la helada sangre que quedaba y, inmediatamente, crea la medida total de sangre en las arterias vaciadas, en los pulmones inmóviles, en el cerebro entenebrecido, y aporta nuevo calor, salud, fuerza, pensamiento. Otro instante, y se produce un repentino movimiento bajo la pesada sábana. Tan repentino, que, desde el instante en que El mueve las manos cruzadas, hasta el momento en que aparece, majestuoso, en pie, lleno de resplandor con su vestido de inmaterial materia, sobrenaturalmente bello y majestuoso, con una gravedad que lo transforma y eleva sin anularle su identidad, la vista casi no tiene tiempo de captar los momentos sucesivos. Y ahora la vista lo admira. ¡Qué distinto de como la mente recuerda! Pulcro, sin heridas ni sangre; sólo resplandeciente, con el resplandor de la luz que mana a chorros de las cinco llagas y rezuma por todos los poros de su epidermis. Cuando da el primer paso y, al moverse, los rayos que irradian las Manos y los Pies lo aureolan de haces de luz: desde la Cabeza, nimbada con un halo constituido por las innumerables pequeñas heridas de 1a corona, que ya no manan sangre sino sólo fulgor, hasta el borde del vestido-, cuando, abriendo los brazos que tenía juntos en el pecho, descubre la zona de luminosidad vivísima que pasa a través del vestido encendiéndolo con un sol a la altura del Corazón, entonces realmente es la "Luz" que ha tomado cuerpo. No la pobre luz de la Tierra, no la pobre luz de los astros, no la pobre luz del Sol. Es la Luz de Dios: todo el fulgor paradisíaco reunido en un solo Ser, un fulgor que le da sus inconcebibles azules como pupilas, sus fuegos de oro como cabellos, sus candores angélicos como vestido y colorido, y todo lo que constituye -y no es descriptible con palabra humana- el supraeminente ardor de la Santisima. Trinidad-que anula con su potencia ardiente todo fuego del Paraíso absorbiéndolo en sí para generarlo nuevamente en cada instante del Tiempo eterno, Corazón del Cielo que atrae y difunde su sangre, las innumerables gotas de su sangre incorpórea: los bienaventurados, los ángeles, todo lo que constituye el Paraíso: el amor de Dios, el amor a Dios; todo esto es la Luz que es el Cristo Resucitado, que constituye el Cristo Resucitado. Cuando se mueve, viniendo hacia la salida, y la vista puede ver más allá del fulgor, entonces aparecen ante mi vista dos luminosidades hermosísimas (sólo como estrellas comparadas con el Sol): una hacia dentro y otra hacia afuera de la puerta, postradas en acto de adoración a su Dios que pasa envuelto en su luz, espirando beatitud con su sonrisa; y sale. Abandona la fúnebre gruta y vuelve a pisar la tierra, la cual se despierta de alegría y resplandece toda en su rocío, en los colores de las hierbas y los rosales, en las infinitas corolas de los manzanos que se abren por un prodigio al recibir los primeros rayos del Sol, que las besan, y ante la presencia del Sol eterno que bajo ellas camina. Los soldados se han quedado paralizados donde estaban... Las fuerzas corrompidas del hombre no ven a Dios, mientras que las fuerzas puras del universo -las flores, las hierbas, los pájaros- admiran y veneran al Poderoso, que pasa nimbado con su propia Luz y rodeado de un nimbo de luz solar. Su sonrisa, la mirada que deposita en las flores, en las frondas, o que se alza al cielo sereno, hace aumentar la belleza de todo: y más suaves, y teñidos de un esfumado, sedoso colorido rosáceo, aparecen los millones de pétalos que forman una espuma florecida sobre la cabeza del Vencedor; y más vivos aparecen los diamantes del rocío; y más azul el cielo, que refleja sus Ojos refulgentes; y más festivo el Sol, que pone pinceladas de alegría en una nubecita movida por una brisa ligera que viene a besar a su Rey con fragancias arrebatadas a los jardines y caricias de pétalos sedosos. Jesús alza la Mano y bendice. Luego, mientras cantan más fuerte los pájaros y más intensamente el viento perfuma, desaparece de mi vista, dejándome en un gozo que borra hasta los más leves recuerdos de tristezas y sufrimientos y las más leves vacilaciones sobre el mañana...

    Siempre llega a tiempo

    Siempre llega a tiempo
    ¿Cuál es el verdadero milagro en la historia de la resurrección de Lázaro? ¿Qué es lo verdaderamente sorprendente y maravilloso? Nosotros sabemos, y los judíos en la Betania de la historia sabían del poder y capacidad de Jesús. Lo que había que aprender es que, a pesar de como se vean o se sientan las circunstancias, Jesús siempre llega a tiempo. Central Baptist Church 5to Domingo de Cuaresma - 10 de abril de 2011 Lección Bíblica: Juan 11.1-45

    Pascua 2 C Jn 20, 19-31: Dichosos los que creen sin ver

    Pascua 2 C Jn 20, 19-31: Dichosos los que creen sin ver
    No se trata de ver mis manos ni de ungir mis llagas. Se trata de que ustedes se hagan llagas en las manos por tanto trabajar en busca de una sociedad distinta, que se hagan llagas en los pies de tanto caminar llevándole esta buena noticia a todos los pueblos; sobre todo de que tengan su corazón abierto al amor, un corazón donde puedan entrar todos los hombres y mujeres, porque solo con amor se pueden cambiar los corazones de los demás. Mis llagas son las de todos mis hermanos y hermanas que sufren. Toquen esas llagas. Mánchense las manos para aliviar el dolor y el sufrimiento. Dichosos quienes creen aunque no vean resultados, quienes trabajan aunque no reciban satisfacciones, quienes entregan la vida por el Reino.

    Pascua Lc 24, 1-12 y Jn 20, 1-9: Resucitados con el Resucitado

    Pascua Lc 24, 1-12 y Jn 20, 1-9: Resucitados con el Resucitado
    Dios resucita a Jesús para probar la veraciad de su proyecto. No hay que buscar su cuerpo, sino su mensaje. No hay que buscar entre los muertos, sino donde hay vida o donde hay que dar vida. Las primeras testigas son mujeres. Jesús resucita con todas aquellas personas que han entregado su vida por hacer un mundo más justo y humano. El sepulcro está vacío y en él encuentran: El perrraje con que lo habían cubierto está extendido en el suelo, y sobre él están colocados, con mucho cuidado, el informe “Guatemala, nunca más” que Juanito Gerardi dirigió para la Recuperación de la Memoria Histórica (el Remhi) y el informe “Memoria del Silencio” de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico.
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